Comentario
Monarca brillante, tortuoso y "más moderno que medieval", Luis XI (1461-1483) heredó el prestigio y los aparatos institucionales de la monarquía de Carlos VII. Este legado y unos colaboradores eficaces le permitieron acentuar el autoritarismo de su padre y abordar una consolidación interior de las estructuras monárquicas (crecimiento de los recursos hacendísticos, reforzamiento militar, avance de la jurisdicción real) que se tradujo en una poderosa expansión exterior.
Como en tiempos anteriores, esta política chocó con los grandes príncipes territoriales, los duques Carlos de Berry (hermano del rey), Francisco II de Bretaña y el conde Carlos de Charolais, hijo de Felipe el Bueno y heredero de Borgoña. Estos formaron una nueva alianza nobiliaria -Liga del Bien Público- que se enfrentó militarmente al monarca en la batalla de Montlery, cerca de París (julio-1465). El choque tuvo un final confuso, pero la capital se mantuvo fiel al monarca y este disolvió la Liga cediendo Normandía a Carlos de Berry y las ciudades del Somme a Borgoña. Esta victoria sobre "las fuerzas disolventes de la nueva feudalidad príncipesca" fue relativa, pues las concesiones de Luis XI crearon un conjunto de territorios atlánticos (Bretaña-Normandía-Somme-Borgoña) peligrosos para los futuros intereses monárquicos.
Esta amenaza se acentuó cuando el conde Carlos se convirtió en duque de Borgoña (1467). Brillante, caballeresco e impulsivo, Carlos el Temerario (1467-1477) quiso ampliar y cohesionar los extensos y ricos territorios borgoñones situados entre Francia y el Imperio. La coincidencia de objetivos políticos entre Luis XI y su más poderoso vasallo hizo inevitable el choque. Mucho más cuando en 1468 se reprodujo la extinguida alianza entre Borgoña e Inglaterra con el matrimonio de Carlos y la hermana de Eduardo IV, lo que resucitó el fantasma de la Guerra de los Cien Años. El enfrentamiento militar se saldó en la batalla de Péronne (1468) con la derrota y prisión de Luis XI.
Victorioso y con el apoyo circunstancial de Inglaterra, Saboya, Venecia, Milán y la Corona de Aragón, Carlos el Temerario se expandió en Renania adquiriendo la alta Alsacia (1469) y el ducado de Güeldres (1473). Estos éxitos le impulsaron a solicitar el titulo de rey, que no le fue concedido por el emperador Federico III. Fruto de esta política fue el trascendental matrimonio de su hija María con Maximiliano de Habsburgo, origen de la futura unión de los territorios borgoñones e imperiales.
Entre 1470 y 1473 el maquiavélico Luis XI aprovechó las luchas internas en Inglaterra pare deshacer la coalición nobiliaria. A la muerte de Carlos de Berry, Luis XI derrotó al conde de Armagnac, apresó al conde de Alençon y alejó a los duques de Bretaña y Anjou. Tras imponerse en las islas, Eduardo IV desembarcó en Francia en 1475 pare combatir a Luis XI junto a Carlos el Temerario. Pero el rey francés supo explotar la resistencia de Lorena a la reciente ocupación borgoñona y aislar al rey inglés. Finalmente, Eduardo IV y Luis XI firmaron los acuerdos de Picquigny (25-agosto-1475), por los que la alianza anglo-borgoñona quedó disuelta y el monarca inglés renunció definitivamente al trono de Francia a cambio de una compensación económica. Con este tratado se puso oficialmente punto final a la Guerra de los Cien Años.
Libre de las intrigas nobiliarias y de la amenaza inglesa, la "universal araña" -como llamó el contemporáneo Felipe de Commines a Luis XI- acometió la destrucción de Borgoña. Para ello, explotó las dificultades que Carlos el Temerario se había creado al enfrentarse a la coalición formada por las ciudades de Lorena, Suabia y la Confederación Helvética. Fue precisamente la moderna infantería suiza la que destrozó a la brillante caballería pesada borgoñona en las batallas de Grandson y Morat (marzo/julio-1476), fracasos que precedieron a la derrota y muerte de Carlos el Temerario durante el asedio de Nancy (1477). Muerto su enemigo, Luis XI procedió a la desmembración e incorporación de Borgoña a la Corona francesa. En dos años ocupó las dos Borgoñas (condal y ducal), Hainaut, Boulogne, Picardía y Artois. La solución final al destino de Borgoña se tomó en la paz de Arras (1482). Francia retuvo casi todos los territorios ocupados y María, hija de Carlos el Temerario y esposa de Maximiliano I de Austria, conservó los Países Bajos, mientras que parte de Borgoña, Luxemburgo y el Franco-Condado pasaron al Imperio.
Con la muerte de Carlos el Temerario finalizó un peculiar experimento político construido por los duques borgoñones durante el siglo XV. Felipe el Bueno (1419-1467) hizo de Borgoña el gran ducado de Occidente, una potencia caracterizada por su poderío económico y su brillantez caballeresca -Orden del Toisón de Oro (1429)- y cultural. Al acentuar la centralización iniciada por sus predecesores -Cámaras de cuentas (Dijon, Lille y Bruselas); cortes de justicia (ducal y condal); Tesoro; ejército permanente sobre el modelo francés (desde 1471); Gran Consejo Ducal-, estuvo cerca de constituir un Estado monárquico (reunió Cortes generales de todos los señoríos en 1463), pero su hijo Carlos el Temerario precipitó esta tendencia al querer convertir Borgoña en una gran potencia continental. La lenta consolidación institucional y el esplendor cultural no fraguaron frente la diversidad geográfica y política de Borgoña y la voluntad expansiva de la Francia de Luis XI.
La proyección exterior de la monarquía francesa se produjo también en otras direcciones -Orleans, Borbón, Rosellón y Cerdaña (1462); Anjou, Maine y Provenza (1475-1481); Navarra y Saboya-. Con la vinculación del ducado de Bretaña a la Corona (1491), Francia se convirtió en la monarquía más extensa y cohesionada de Occidente. Ello permitió a Carlos VIII (1483-1498) planear la expansión sobre Nápoles (1494), proyecto que en buena medida explica las concesiones simultáneas realizadas por el rey francés a sus enemigos: tratado de Étaples (1492) con Enrique VII de Inglaterra; restitución de Rosellón y Cerdaña a Fernando el Católico en el tratado de Barcelona (1493); y de Borgoña, Artois, Charolais y Noyon a Maximiliano I en el tratado de Senlis (1493).